martes, 20 de marzo de 2018

Libro: La Eutanasia. De Arnoldo Kraus y Asunción Álvarez

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La idea del bien morir, del morir con dignidad, no es gratuita, las caras de la 
muerte han mutado. Se muere solo, se fenece mal, se abandona el mundo de 
los vivos sin despedirse, sin adiós. No existen los espacios para el diálogo sereno
y oportuno:todo indica que la muerte silenciosa duele menos.
La transfiguración de la muerte tiene historia: implica menos conciencia de vida. 
No hay duda de que tales desencuentros resumen las prisas de vivir y ejemplifican
la necesidad de redefinir el binomio vida-muerte. Religión, ética, escuela, familia
sociedad deben crear nuevos espacios para debatir. No escapa de tal obligación,
por supuesto, la medicina. Hay que recorrer hacia atrás los senderos de la profesión,
no es factible un diálogo sano del “cuándo y cómo” morir si no se sembraron los lazos 
de la relación galeno-paciente. Silenciar las voces de quienes piensan que la autonomía 
es bien humano y que la elección de “cuándo morir” es legado inherente a la condición 
humana, implica sabotear la razón. Viajar a través del mundo de la eutanasia fertiliza
algunos de los rincones oxidados del alma humana.
La preocupación de la sociedad por la muerte se incrementó a partir de las
disquisiciones  acerca de la eutanasia en Holanda, la campaña de Kevorkian en 
favor del suicidio asistido y las discusiones públicas y médicas —sobre todo en Estados 
Unidos, Australia y Europa— a propósito de los aciertos y desaciertos de estas prácticas.
 La avidez de conocimientos sobre el tema también ha resurgido como consecuencia 
—indeseable— de la tecnología que prolonga sufrimientos innecesarios y de la creciente 
desconfianza hacia la profesión médica.
El auge académico respecto a la eutanasia ha tenido que confrontar los sinsabores
de definiciones complejas y en ocasiones imprecisas. Imposible también soslayar 
que los linderos de la eutanasia pueden ser inalcanzables pues entremezclan, a priori, 
los conceptos de vida, muerte, autonomía, futilidad y “bien morir”. A lo anterior hay 
que agregar que las discusiones sobre el tema de marras son complejas pues “abundan”
 los jueces: religión, sociedad, tecnología médica, el enfermo, los códigos legales, la 
familia y el médico. En síntesis, vida y muerte pertenecen a todos. Huelga decir que 
el problema se complica porque no hay reglas universales para aplicar la eutanasia: 
cada caso, al igual que cada ser, es diferente. Estas interacciones devienen en un
 panorama complicado que tiene la virtud de estimular el diálogo. Al hablar de 
eutanasia, nadie queda excluido. O, corrigiéndonos, nadie debería quedar excluido.
Fragmento de la introducción.

Kraus, Arnoldo y Álvarez, Asunción. (1999). La eutanasia. Ciencias 55, julio-diciembre, 84-85.
                 

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